Esperar el tiempo de Dios

Es un gozo que podamos encontrarnos y compartir la palabra del Señor. En este tiempo tengo en el corazón el deseo de hablarles de la vida de José. Usted se preguntará, por qué quiero hablarles  de la vida de José. Primeramente porque creo que el Señor nos habla a través de este hombre, y porque hay muchas explicaciones o respuestas a situaciones por las que podemos estar atravesando. Hay muchas cosas que le pasaron a él y por las que también tuvo que atravesar Jesús en su tiempo como hombre y que también nos pasan a nosotros; pero ya llegaremos a desarrollar eso.

Todos los hijos de Dios, aquellos verdaderamente consagrados que le sirven con pasión, con fe, en algún momento pasan por situaciones en las que se sienten abandonados; exactamente como pasó José cuando comenzó a profetizar y a compartir sus sueños con sus hermanos.

Como vemos en Génesis 37:7: “Resulta que estábamos todos nosotros en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras que las de ustedes se juntaron alrededor de la mía y le hicieron reverencias”.

José no saca ninguna conclusión de aquello. Son sus hermanos quienes le dicen “¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter? Y lo odiaron aún más por los sueños que él les contaba.”

Ellos, los hermanos entendieron la visión. José era solamente un niño de 17 u 18 años que comparte lo que había recibido. Y es así como el Señor nos llama, dándonos un sueño, una visión, una dirección; y todo eso va a formar parte de nuestro llamado. 

Dios llama a José de esa manera. Y nadie entre nosotros puede imponer su llamado. Los otros tienen que reconocerlo. Y es así que muchas veces no sabemos a donde ir, no tenemos dirección; pero alrededor nuestro los hermanos y hermanas comienzan a ver algo en nosotros y a reconocer que Dios nos ha llamado para una determinada cosa. 

Y cada persona que tiene un llamado, pasará por pruebas. Esas pruebas forman parte del llamado. No podemos crecer sin atravesar por pruebas. 

Cuando fuimos a la Isla Mauricio pensamos que estaba junto al mar y que sería como en el mar mediterráneo, pero menos mal que no era así porque no hubiéramos crecido ni madurado.
Ese tiempo fue diferente al que estábamos acostumbrados a nivel comodidad, organización… todo era diferente; pero justamente es eso lo que nos hace crecer.

Cuando tenemos discusiones entre nosotros y opiniones encontradas que se cruzan y que a veces generan chispas; es ahí cuando tenemos que poner en obra nuestro llamado y morir a nosotros mismos, y pensar que solamente debemos servir al Señor.

Porque desde aquel momento en que José compartió su visión, la gente comenzó a detestarlo. Y es así como ocurre cuando recibimos una visión de la parte de Dios. Porque algunas personas no están contentas con tu servicio y piensan que el llamado viene de ti mismo. Pero usted no se preocupe por eso, porque si tiene un llamado genuino de la parte de Dios, el Señor lo conducirá hasta concretarlo. Lo que caracteriza al llamado es el guardar el corazón, que es justamente lo que ocurre con la vida de José cuando sus hermanos lo atacan e intentan matarlo. Él guardó su corazón en aquel momento, como también lo guardó en otros momentos como cuando la mujer de Potifar intentó tentarlo para que duerma con ella, y luego de que José se negara, mintió a su esposo calumniando a José y haciendo que este terminara en la prisión, siendo inocente. 

Es por eso que es muy importante guardar el corazón. Si usted deja contaminar su corazón, se terminará descalificando usted mismo. Porque siempre luego de recibir un llamado, le tocará atravesar por situaciones difíciles. Pero siempre tiene que guardar su corazón en cada momento de dificultad.

¿Y qué es guardar el corazón? Es justamente ponerse a disposición de Dios para servirle y no dejarse contaminar por lo malo. Tener un corazón por Dios y por el prójimo. Servir y ponerse a disposición de nuestros hermanos y hermanas. 

Debemos aceptar que para servir debemos humillarnos ante los demás, y no pasarles por encima. Debemos levantar a nuestros hermanos y mostrarles los planes de Dios. 

José fue una bendición para Potifar, y todo se multiplicaba gracias al corazón de este servidor que tenía como objetivo el servir al Señor. 

Claro que toda la bendición venía de parte de Dios. Y después ocurre todo lo que vemos. Él cae en prisión por causa de las mentiras de la esposa de Potifar, pero aún en la cárcel continua guardando su corazón. Como vemos, José se vuelve el jefe de la prisión; porque el Señor estaba con él. Y luego vemos que el plan de Dios continua realizándose en aquel lugar.  

Vamos a leer el capítulo 40. “Algún tiempo después, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos ofendieron al rey de Egipto, y el rey se enojó mucho con estos dos ayudantes. Entonces los puso bajo vigilancia en la cárcel donde José estaba preso. El capitán de la guardia los dejó al cuidado de José.

Pasó el tiempo, y una noche el copero y el panadero tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.Al día siguiente, cuando José llegó a verlos, los encontró muy tristes, y les preguntó..”.

Y ahí vemos que Dios conduce la vida de José, y que las cosas se van dando en el tiempo de Dios y conforme a su voluntad, aunque aquello que tuvo que atravesar ante la mujer de Potifar era una injusticia. Es en los tiempos de Dios. Porque si él hubiese caído en prisión dos años mas tarde, no hubiese encontrado a esos hombres en aquel momento.

Dios acomoda todo. Porque como dice La Biblia: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”. 

Y en la carcel vemos que José guarda su corazón. Lo guarda de Potifar, de la mujer de Potifar, de sus hermanos. Y vemos la actitud que tiene en este momento, de estar dispuesto a servir al Señor. Y en ese momento vemos que estos hombres llegan a la prisión. La Biblia dice que ellos habían ofendido al rey de Egipto. No sabemos qué habrán hecho. Quizá habían volcado alguna bebida, no lo sé. 

Pero luego de aquello, como eran considerados como esclavos, fueron enviados a la prisión y veamos lo que nos cuenta la Biblia:

“Algún tiempo después, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos ofendieron al rey de Egipto, y el rey se enojó mucho con estos dos ayudantes. Entonces los puso bajo vigilancia en la cárcel donde José estaba preso. El capitán de la guardia los dejó al cuidado de José.

Pasó el tiempo, y una noche el copero y el panadero tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. Al día siguiente, cuando José llegó a verlos, los encontró muy tristes,y les preguntó: —¿Por qué están hoy tan tristes?”

José nota que ellos estaban mal. Ahí vemos la sensibilidad del corazón de José que les hace esta pregunta. 

En Paris vemos todo el tiempo gente triste. Son los mauricianos quienes remarcan esto cuando vienen y nos dicen que piensan que la gente está depresiva. Pero volvamos al texto:

“Ellos respondieron: —Resulta que los dos tuvimos un sueño, pero no hay quien pueda decirnos lo que significan.

José les dijo:

—Vamos a ver, cuéntenme sus sueños, y Dios nos dirá lo que significan.”

Hago un paréntesis para decir que los egipcios tenían muchos dioses, pero José remarca a Dios, al único Dios para pedirle que revelase aquel sueño. Él proclama la verdad desde el comienzo. 

“El primero en contar su sueño fue el copero. Le dijo:

—En mi sueño yo veía una planta de uvas que tenía tres ramas. Tan pronto como las ramas brotaban, también echaban flores, y las uvas maduraban. Yo tenía en mi mano la copa del rey, así que tomaba las uvas y las exprimía en la copa, y luego se la daba al rey”.

Un copero era aquel que debía probar cada bebida antes que el rey. Era un trabajo arriesgado. No creo que aquellos trabajadores viviesen mucho tiempo. 

Y José les da la explicación del sueño. Cuando él era niño no tenía respuesta para aquel sueño que había tenido, pero aquí vemos a un José maduro y formado por Dios, con un corazón sano. 

Cuando el Señor nos da un talento y cuando Dios nos forma, lo hace para que podamos ser de bendición y para ayudar a otros que atraviesan por situaciones parecidas; para que podamos guiarlos por el buen camino. 

Hay que prestar mucha atención al evangelio de la prosperidad o al evangelio de la fe, donde se dice que todo es por la fe, que usted no atravesará por pruebas ni por dificultades. Que usted no va a sufrir. Sepa que sin pruebas usted no podrá crecer y que su vida no va a avanzar, sino que se quedará estancado. 

Cuando conocemos al Señor y cuando tenemos una relación personal con Él, pasaremos por pruebas y por persecuciones.
La Biblia nos dice en 2 Timoteo 3:12: “Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos”.

Esa es la verdad, pero atención. Dios no permitirá que tengamos que atravesar por pruebas mayores a lo que podemos resistir. Con las pruebas nos dará también una salida. Y es normal que tengamos que pasar por situaciones difíciles, porque es ahí donde buscamos al Señor. 

Cuando vemos que nuestro matrimonio no va como lo esperábamos o cuando vemos que nuestro jefe no era realmente ese tipo amable que había creído conocer, o tantas otras cosas; bueno, es el momento de apoyarnos en el Señor, de tener confianza y de guardar nuestro corazón para servir a aquellos hermanos y hermanos en necesidad. 

Así debemos ser. Tenemos que tener un corazón por los demás y debemos ser una respuesta para los otros. 

Algunas veces nos puede pasar que estamos orando por otras personas y que el Señor nos dice: “eres tu la respuesta a esa necesidad, ve y ayúdala, sostiene a ese hermano o hermana”. 

Es por eso que no debemos desarrollar nuestro corazón para nuestra propia satisfacción, sino para ayudar a los otros y para volvernos un instrumento en las manos de Dios. 

Pero volviendo al texto de José, leemos la explicación del sueño: José le dijo:

—”Las tres ramas son tres días”. (Haciendo un paréntesis, vemos que esta revelación no es una mera respuesta humana. Esto viene de parte de Dios). Seguimos. “Eso quiere decir que dentro de tres días el rey te perdonará y te devolverá tu cargo, para que vuelvas a servirle como su jefe de los coperos. Por favor, cuando todo esto suceda, no te olvides de mí. Tan pronto puedas, háblale de mí al rey, y sácame de esta cárcel. Yo soy hebreo, y me trajeron aquí a la fuerza, aunque no hice nada para merecerlo”.

Y muchas veces tenemos planes como éste. Ahí vemos a José poniendo su confianza en estos hombres, y cuántas veces obramos de esta manera; y ponemos nuestra confianza en las otras personas. Pero no son ellos quienes van a abrirnos una puerta. Es el Señor quien lo hará. 

Versículo 16: “Cuando el jefe de los panaderos vio que José le había dado un significado muy bueno al sueño del copero, le dijo:

—También yo tuve un sueño. Sobre mi cabeza había tres canastas de pan. La canasta de más arriba tenía los mejores pasteles para el rey; sin embargo, las aves venían a comérselos.

José le dijo:

—Las tres canastas son tres días. Eso quiere decir que dentro de tres días el rey mandará que te cuelguen de un árbol. Allí los buitres se comerán tu cuerpo”. ¡Qué interpretación!

Versículo 20: “Tres días después el rey de Egipto celebraba su cumpleaños, así que hizo una gran fiesta e invitó a todos sus ayudantes y consejeros. Allí, delante de sus invitados, el rey mandó a sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos. Al jefe de los coperos le devolvió su cargo, pero mandó que colgaran de un árbol al jefe de los panaderos. Así se cumplió lo que José les había dicho.Sin embargo, el jefe de los coperos se olvidó completamente de José”.

Y aquí vemos otra cosa, si nuestra confianza está en los hombres, nos decepcionaremos constantemente. Debemos poner nuestra confianza en Dios. 

Si sacamos la cuenta, mientras pasamos al capítulo 41; pasaron dos años después de este encuentro en la prisión. ¡Mucho tiempo pasó! Quizá José pensó que el Señor lo había olvidado. No, el Señor no lo había olvidado.

Capítulo 41: “Dos años después, el rey de Egipto tuvo un sueño en el que se veía de pie, junto al río Nilo”. Dos años es mucho, pero ¿qué hubiese pasado si hubiese ocurrido antes? Tal vez José hubiese sido liberado y habría partido a la tierra de Canaan. Pero aun después de dos años, José seguía guardando su corazón. Porque el tiempo de Dios va a venir. Y es eso lo que debemos hacer también nosotros, aprender a guardar nuestro corazón, porque aquello nos ayudará a desarrollar paciencia en nuestra vida de todos los días. Debemos orar todos los días, esperar todos los días y entregar aquellas situaciones en manos del Señor todos los días, diciendo: “Señor, yo no sé cuando ocurrirá, pero estoy a tu disposición”.

Pero vamos al versículo 46, aquí leemos: José tenía treinta años cuando se despidió del rey y comenzó a viajar por todo Egipto. Recordemos que cuando estaba con sus hermanos, él tenía 17 años. Digamos que habrá pasado 5 años con Potifar y 7 años en prisión. 7 años, hermanos. Es mucho, pero es el tiempo del Señor. Y nosotros muchas veces queremos que las cosas ocurran inmediatamente y con Abraham también vemos que el Señor se toma su tiempo. Porque es necesario que Dios nos prepare para estar listos para aquel momento. 

Y todos debemos pasar por eso. Debemos atravesar por un proceso de maduración. Muchas veces veo personas que tienen una gracia, pero es necesario aprender más de Dios y dejarse formar, para tener un mensaje que aporte un cambio en la vida de las personas. Es necesario que pasemos por diferentes procesos de formación, como aquel proceso por el que atravesó José. 

Nuestro modelo tiene que ser el Señor mismo. Porque si no, nos pasará como aquel pastor de 20 años con una gran tarjeta personal que a los pocos meses dejó porque estaba deprimido. Nuestro modelo tiene que ser Jesús, quien teniéndolo todo decidió humillarse a si mismo. Jesús quien fue traicionado por su amigo Judas; quien tuvo que atravesar diferentes situaciones con sus discípulos. 

Hay una confrontación entre la carne y el espíritu. Es por eso que en nuestro gobierno vemos leyes anti Dios que se aprueban, porque es la carne la que está a la obra y porque ellos quieren la libertad de la carne; es decir, la libertad del pecado. Pero eso lleva al país a la ruina. Pero ese es otro tema. 

Pero qué bendición tener el evangelio de la cruz, que nos lleva al arrepentimiento. Claro que no es popular, claro que algunas personas están contentas al comienzo; pero hay que tomar todos los días la decisión de seguir al Señor. 

Me tocó ver gente en necesidad que cuando recibe dinero lo gasta todo el mismo día; y me hacía sentir triste porque era gente a la que queríamos ayudar, pero que tienen una carencia tan grande dentro de ellos que necesitan llenarla de una manera incorrecta, malgastando el dinero que le damos; porque están actuando en la carne; pero no es así como se logra. Debemos someternos al Señor todos los días y buscarlo, pidiéndole su ayuda.

Pero volviendo a José y haciendo un paralelo con Jesús, vemos que a ninguno de ellos los suyos les habían reconocido. Podríamos detenernos y pensar en aquellos servidores que José había encontrado en la carcel y analizar sus corazones. Quizá el que fue liberado y puesto de nuevo al servicio, tenía un mejor corazón que el otro que fue colgado; no lo sabemos. Pero en nuestras vidas, debemos parecernos al Señor Jesús. Debemos tener un  corazón como el del Señor. No debemos trabajar en nuestras propias fuerzas, cuando realizamos algo debemos hacerlo en el Señor, con amor y dedicación.

Cuando servimos al Señor, no debemos dejar que nos invada la crítica ni la amargura. Debemos dejar la crítica y la amargura a los pies del Señor. Porque aquello nos hará libres y es realmente un regalo de Dios. 

Tuvimos una situación con una persona que había malentendido algo que habíamos dicho y llegamos a la conclusión de que había una única solución y era que nos humillásemos.
No nos habíamos equivocado en aquella situación, pero para que aquella persona no se pierda, debimos tomar la decisión de morir a nosotros mismos. Porque debemos hacer todas las cosas, como decía Pablo, para bendecir a la iglesia. Porque queremos que las cosas vayan bien en nuestra iglesia, y si para que eso ocurra, debemos humillarnos; lo haremos. Porque debemos morir a nosotros mismos. 

Pero la palabra de Dios dice que podemos también toparnos con la injusticia; y es difícil. Por ejemplo, hace algunos días me estacioné sin querer en el banco en el espacio reservado para el camión de caudales y recibí una multa de 135 euros. 

Tiempo después volví a aquel lugar y vi a alguien que había hecho lo mismo que yo y le dije que si se estacionaba en ese lugar, la cámara de filmación lo iba a registrar e iba a tener que pagar 135 euros; y ese hombre me agradeció. Yo sabía porque había pasado por lo mismo.

Debemos tener un buen corazón, mis hermanos y hermanas. Debemos identificarnos con esta historia de José y sobre todo con nuestro señor Jesús. Yo sé que es difícil morir a nosotros mismos. Es doloroso, porque a nuestra carne no le gusta eso; pero debemos morir a nosotros mismos, servir a nuestros hermanos y reconocer que todo lo que nos ocurre es por la gracia del Señor.

Necesitamos morir a nosotros mismos. Cuando se nos pide hacer un poco más, o de realizar algo que no nos gusta; debemos pedirle al Señor la fuerza. No nos quejemos cuando se nos pide una milla más. Tengamos un buen corazón y lo hagamos para el Señor. 

Aunque estemos en una prisión, el Señor estará con nosotros. Pero no estamos en una prisión, estamos en una iglesia y debemos amar a nuestros hermanos, aprender a perdonarnos, animarnos y motivarnos. Debemos ser agradecidos con aquellos hermanos que están con nosotros, como aquellos hermanos que permanecen fieles desde aquel momento en que volvimos de las Islas Mauricio y que comenzamos la obra. 

Todo es por la gracia del Señor. El Señor está haciendo un trabajo en nosotros y sigue obrando. 

Confíe en el Señor, vuélvase a Él. Dígale que está dispuesto a morir a sí mismo, que le entrega su vida, que quiere ser un buen testimonio como la vida de José que da fe por sí misma del milagro que Dios hizo en él. 

La gracia de Dios se manifestará en nuestras vidas y obrará en cada uno de nosotros. No se detenga. 

Señor, oro por cada uno de nosotros, que podamos ser libres y que quites toda amargura de nuestras vidas. Ayúdanos a tener un buen corazón por los demás, como hiciste con José. Que podamos ser un instrumento en tus manos y que nos utilices por el bien de los demás. Bendícenos, Señor.

Que a tí sea toda la gloria. Amén. 

Confiemos en el Señor en toda situación, mis hermanos y hermanas. Aleluya. 

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