Sabiduría humana y sabiduría de Dios

En un rincón remoto de la India, un misionero se sorprendió al encontrar a setenta conversos del hinduismo que pedían ser bautizados. Entre ellos, había un joven de unos quince años. El misionero, considerándolo demasiado joven, le dijo: “Escucha, muchacho, me temo que no has entendido; si un día te arrepientes de esta decisión y vuelves a tu antigua manera de vivir, esto dañaría el testimonio del evangelio; pero volveré en seis meses, y si te encuentro fiel, podré aceptarte para el bautismo. Al instante, todo el grupo se puso de pie espontáneamente y uno de los conversos gritó en nombre de todos: “Señor, es él quien nos ha enseñado todo lo que sabemos acerca de Jesucristo.”
Este joven fue el instrumento que Dios había usado para hacer Su obra. Porque el evangelio no es una cuestión de edad, sino de corazón. Dios prepara a Sus hijos para manifestar Su gloria. Y Dios puede usarlo a usted también, para dar testimonio ante sus vecinos y conocidos. Recordemos lo que dijo el apóstol Pablo en la epístola a los Romanos en el capítulo 12 versículos 1 y 2: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Que el Señor Jesús le guíe.

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