Los hermanos de José vienen por alimentos a Egipto

Esta noche continuo con esta serie sobre la vida de José. Antes, los invito a ver los videos precedentes sobre esta serie, este es el cuarto video sobre la vida de José y los otros están ya publicados en nuestro canal 365 Historias.
A modo de resumen, para contextualizar este cuarto video, Jacob comienza a llamarse Israel y a través de sus doce hijos se da origen a las doce tribus de Israel. Jacob tiene doce esposas. Lea (la mujer que le dio su jefe, pero que él no quería), Raquel (aquella por la que trabajó 14 años, hermana de Lea a quien Jacob quería realmente).
Jacob era un hombre muy inteligente que sabía lograr sus objetivos, y es así que él trabaja durante siete años para que el padre de Raquel, le de a su hija como esposa. Pero luego de siete años de trabajo, su futuro suegro no cumple con su parte del trato y le da como esposa a Lea; y le dice que si quiere a Raquel, deberá trabajar otros siete años más; y Jacob acepta. Cuando llega ese día, ambos descubren que Raquel era estéril, y que por lo tanto no podía tener hijos; y su esposa le aconseja de tener un hijo con su sirvienta; y de ahí vemos que Jacob tuvo cuatro esposas. 

Y sus hijos con Lea fueron: Ruben (el primogénito), Simeon, Levy, Juda, Isacar y Zabulón. Con Lea, Jacob tuvo seis hijos. Mientras que con Raquel, a quien realmente había elegido Jacob, tuvo solamente dos hijos: José y Benjamín. Y para él estos son sus hijos más preciados, porque los concibió con quien amaba realmente; por quien había trabajado 14 años. 

Después vemos a los hijos de Bilha (la esclava de Raquel); Dan y Neftalí. Y los hijos que tuvo con Zilpa (la esclava de Lea): Gad y Aser. Esos son los doce hijos que Jacob tiene.
Y vemos que esta gente también se equivoca. Pero también vemos la gracia de Dios, dando segundas oportunidades en la vida de esos hijos de Jacob. Dios elige gente completamente ordinaria, como nosotros. Vemos un escándalo cuando uno de los hijos de Jacob duerme con una de las esposas de su padre; algo terrible.
Otra difícil historia es la que vemos con Juda, quien termina alejándose y casándose con mujeres extranjeras. Historias que encontramos también en nuestras familias. Porque siempre hay alguien a quien llamamos la “oveja negra” de la familia, porque hace todo en el sentido contrario.
Bueno, si usted no sabe quien es la oveja negra de su familia, es porque quizá es usted y no se dio cuenta. 

Pero concentrándonos en uno de los hijos de Jacob, más precisamente en José, vemos que un día este joven tiene una visión, un sueño en el que podemos deducir que un día sus hermanos se postrarán delante de él. Y José comparte este sueño que tuvo con ellos. Y esto los vuelve aún más celosos. José además tenia una túnica costosa que le había dado su padre, porque era su preferido y como mencioné anteriormente era José quien había nacido de la mujer a quien Jacob realmente quería. Entonces sus hermanos deciden matar a José. Y le tienden una trampa, lo meten en una cisterna; y uno de ellos cuando escucha que había amalecitas que estaban por ahí cerca, propone vender a José como esclavo, y lo intercambian por 20 piezas de plata. Y al padre, le llevan la túnica de José manchada con sangre de un animal, para hacerle creer que este había sido atacado y comido por animales salvajes. Para Jacob todo esto fue muy difícil y cae en una gran tristeza.
Y José, una vez vendido cae en manos de Potifar, un egipcio que lo toma como esclavo y que pone ante él toda su casa a disposición. Y un día, la esposa de Potifar provoca a José para que él se acueste con ella, y lo hace reiteradas veces. José no acepta aquella proposición, porque tenía un corazón realmente dispuesto por el Señor. Y Dios lo acompañaba en cada circunstancia por la que él tuvo que atravesar. Y Potifar, su jefe egipcio veía que con José todo prosperaba.
Pero luego de falsas acusaciones que había dicho la esposa a Potifar, para guardar su reputación, José es acusado de intentar abusar de esta mujer y va a la carcel. Pero aún ahí la gente reconoce su autoridad y José se vuelve el jefe de la prisión. Y un día llegan dos personas, dos servidores del faraón que terminan detenidos. La Biblia no nos dice cuál había sido el motivo por el que el faraón los envía a aquel lugar. Y José los ve y les pregunta por qué estaban tristes. Ellos le contaron que habían tenido un sueño, y José pide a Dios la revelación de esa visión que estos servidores le habían compartido y el Señor le revela que en tres días, uno de ellos será sacado de la cárcel y que ocupará nuevamente su cargo ante el faraón; y que el otro también saldrá de la cárcel en tres días, pero que será colgado. Y José les explica lo que había recibido y testifica que había sido Dios quien se lo reveló. Y le pide a aquel que iba a ser restituido que se acuerde de él cuando vuelva a su puesto y que interceda ante el faraón por su liberación.
Y vemos que esto ocurrió tal como había sido explicado. Y así reconocemos a un verdadero profeta del Señor, cuando lo que dice se cumple.
Pero este hombre se olvida de José una vez restituido en su puesto. Pero vemos que este olvido no es sin causa, porque el Señor no se olvida de sus siervos. Al cabo de dos años, el Faraón soñó que se encontraba en las riberas del Nilo, y que del agua subían siete vacas gordas que pacían en la orilla; a continuación subían del agua otras siete vacas flacas, y devoraban a las primeras, sin engordar por ello. El Faraón despertó entonces, pero al volver a dormirse soñó que de una caña de trigo brotaban siete espigas llenas de grano, pero tras ellas brotaban otras siete espigas, vacías y quemadas por el viento del desierto, que devoraban a las primeras. Al día siguiente, el Faraón se encontraba atormentado por sus sueños; consultados los sabios de Egipto, ninguno fue capaz de interpretarlos.
Y el servidor del faraón que había estado en prisión se acuerda de José, quien había interpretado su sueño y lo menciona ante el faraón; y este último pide que se lo traigan a su presencia.
José tenía su barba, como era la costumbre judía; pero para venir ante el faraón, él debía rasurarse completamente.
Luego de estar preparado conforme al ritual, él es llevado ante el faraón y le explica su sueño. Y faraón estaba sorprendido. “¿Quién le ha dado el discernimiento?”, quizá se habrá preguntado. Pero José le aclara que es Dios quien revela los sueños y quien le dio la revelación.
Recordemos que los egipcios creían en muchos dioses. Y José dio testimonio y transmitió la revelación del sueño.
José dijo al Faraón: “El sueño del Faraón es uno solo. Dios ha dado a conocer al Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años de riqueza y abundancia. Las siete vacas flacas y malas que subían detrás de las otras son otros siete años, y las siete espigas secas y quemadas del viento solano son siete años de hambre. Es lo que he dicho al Faraón, que Dios le ha mostrado lo que hará. Vendrán siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, y detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán que se olvide toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra. No se conocerá la abundancia en la tierra a causa de la escasez, porque ésta será muy grande. Cuanto a la repetición del sueño a Faraón por dos veces, es que el suceso está firmemente decretado por Dios y que Dios se apresurará a hacerlo. Ahora, pues, busque el Faraón un hombre inteligente y sabio, y póngalo al frente de la tierra de Egipto. Nombre el Faraón intendentes, que visiten la tierra y recojan el quinto de la cosecha de la tierra de Egipto en los años de abundancia; reúnan el producto de los años buenos que van a venir, y hagan acopio de trigo a disposición del Faraón, para mantenimiento de las ciudades, y consérvenlo para que sirva a la tierra de reserva para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, y no perezca de hambre la tierra”.
Todos parecieron conformes con las palabras de José, y el propio Faraón, impresionado por ello, dijo: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú”. Y así ocurre seguido, cuando alguien tiene una visión es esa persona quien debe llevar adelante lo que le fue revelado.
Y es así como José es presentado como el primer ministro de Egipto. Toda su formación y lo que había tenido que pasar, lo había preparado para aquel momento. Dios tenía un plan.
José había sido formado en la cisterna, junto a Potifar, en la prisión; y así llega a Egipto. Porque si somos fieles en lo poco, Dios nos dará mucho. Si guardamos nuestro corazón, Dios estará con nosotros y nos dará gracia y favor ante los demás; a pesar de la adversidad. 

Vamos a Génesis 41:57. La Biblia dice: “Y toda la tierra venía á Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre”.
José había sido preparado para aquel momento. Se dice que Egipto es el granero de trigo del medio oriente, ¿por qué? Porque tienen el río Nilo que viene del África central y que abastece de agua a Egipto, generando inundaciones en diferentes momentos del año, provocando una gran fertilidad en aquellas tierras que lo rodean y por ende muy buenas condiciones para la agricultura.  Y los egipcios aprovechan para sembrar el trigo, y gracias a estas buenas condiciones, hay grandes campos de trigo en aquel país.

Ahora vamos a ver cómo se da el reencuentro de José con sus hermanos. Porque ellos no saben si José está vivo o si ya murió, ni tampoco saben que su hermano está al frente de Egipto, sirviendo al faraón.
Capítulo 42: “Y viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando? Y dijo: He aquí, yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá, y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir, y no nos muramos. Y descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo á Egipto. Mas Jacob no envió a Benjamín hermano de José con sus hermanos; porque dijo: No sea acaso que le acontezca algún desastre. Y vinieron los hijos de Israel á comprar entre los que venían: porque había hambre en la tierra de Canaán”.
Vemos que ellos están obligados a ir a Egipto. Dios permitió que no puedan comprar en sus países vecinos y que tengan que ir precisamente a ese país.
Y podemos pensar que todo lo que le pasó a José fueron meras desgracias. La cisterna, su venta como esclavo, la prisión injustamente… pero todo fue permitido por Dios para un momento preciso. Yo dije que aquel momento preciso fue el de la visión de faraón. Pero, si las cosas se hubiesen dado de otra manera, con otros tiempos, aquel día no hubiese llegado. Había un “timming” del Señor en obra. Y es así también con nuestras vidas. ¿Cuántas veces nos toca hacer cosas que no nos gustan o que no entendemos? Lo importante es guardar nuestro corazón y estar dispuestos a servir al Señor de todo nuestro corazón. Y Dios nos capacitará y nos guiará. Si somos fieles en las pequeñas cosas, Dios nos confiará mucho más. Pero es necesario comenzar por algo pequeño con un buen corazón, demostrando el amor de Dios y siendo fieles a Él.
Y aquí vemos a José ahora preparado como primer ministro, con sus brazaletes de oro, sin pelo (porque como habíamos mencionado anteriormente, él había sido completamente rasurado, como era la costumbre egipcia), y sus hermanos no lo podrán reconocer.
Y aquí vemos que vienen en gran número, porque eran una gran tribu. Recordemos que Jacob tuvo doce hijos, que representan las doce tribus de Israel, y que a su vez podríamos pensar que diez de entre ellos a su vez se casaron y tuvieron más hijos; razón por la cual vemos que a Egipto llegan 66 personas de aquellas tribus. Y cuando Génesis 46:27 menciona aquel número, hay que tener en cuenta que no incluye a las mujeres.  Era una gran familia. Para la época era algo normal, quizá en nuestro tiempo suena un poco raro, pero así era en aquel momento.
“Y descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo á Egipto. Mas Jacob no envió a Benjamín hermano de José con sus hermanos; porque dijo: No sea acaso que le acontezca algún desastre. Y vinieron los hijos de Israel a comprar entre los que venían: porque había hambre en la tierra de Canaán. Y José era el señor de la tierra, que vendía a todo el pueblo de la tierra: y llegaron los hermanos de José, é inclináronse a él rostro por tierra”.
Y esta última parte del texto es muy importante, porque aquí se cumple aquella visión que había tenido José, que encontramos en Génesis 37:7: “He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío”.

Volvemos a Génesis 42:7:  “Y José como vió a sus hermanos, los reconoció; mas hizo que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán a comprar alimentos. José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron. Entonces se acordó José de los sueños que había tenido de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del país habéis venido. Y ellos le respondieron: No, señor mío: mas tus siervos han venido a comprar alimentos. Todos nosotros somos hijos de un varón: somos hombres de verdad: tus siervos nunca fueron espías. Y él les dijo: No; a ver lo descubierto del país habéis venido. Y ellos respondieron: Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán; y he aquí el menor está hoy con nuestro padre, y otro no parece. Y José les dijo: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías: En esto seréis probados: Vive Faraón que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor aquí viniere. Enviad uno de vosotros, y traiga á vuestro hermano; y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad con vosotros: y si no, vive Faraón, que sois espías. Y los juntó en la cárcel por tres días. Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios: Si sois hombres de verdad, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos; y vosotros id, llevad el alimento para el hambre de vuestra casa: Pero habéis de traerme á vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos lo hicieron así”.
Es una escena impresionante. José pone a prueba a sus hermanos para saber más de su familia y les hace este pedido de traer a su hermano menor. José actúa como un egipcio, pero les aclara que teme a Dios. Y sus hermanos no lo reconocen, pero él sabía que eran ellos de su familia. Y les pide que traigan a su hermano más joven. 

Versículo 21: “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, que vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le oímos: por eso ha venido sobre nosotros esta angustia”. Ahí comenzaron a llegar a la conclusión de que el juicio por aquello que le habían hecho a José caía sobre ellos, porque siempre cosecharemos conforme a nuestra siembra. Versículo 22: “Entonces Rubén les respondió, diciendo: ¿No os hablé yo y dije: No pequéis contra el mozo; y no escuchásteis? He aquí también su sangre es requerida. Y ellos no sabían que los entendía José, porque había intérprete entre ellos. Y se apartó él de ellos, y lloró: después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos á Simeón, y le aprisionó a vista de ellos. Y mandó José que llenaran sus sacos de trigo, y devolviesen el dinero de cada uno de ellos, poniéndolo en su saco, y les diesen comida para el camino: e hizo así con ellos. Y ellos pusieron su trigo sobre sus asnos, y se fueron de allí. Y abriendo uno de ellos su saco para dar de comer a su asno en el mesón, vió su dinero que estaba en la boca de su costal. Y dijo a sus hermanos: Mi dinero se me ha devuelto, y aun helo aquí en mi saco. Se les sobresaltó entonces el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios? Y venidos a Jacob su padre en tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había acaecido, diciendo: Aquel varón, señor de la tierra, nos habló ásperamente, y nos trató como a espías de la tierra: Y nosotros le dijimos: Somos hombres de verdad, nunca fuimos espías: Somos doce hermanos, hijos de nuestro padre; uno no parece, y el menor está hoy con nuestro padre en la tierra de Canaán. Y aquel varón, señor de la tierra, nos dijo: En esto conoceré que sois hombres de verdad; dejad conmigo uno de vuestros hermanos, y tomad para el hambre de vuestras casas, y andad, Y traedme a vuestro hermano el menor, para que yo sepa que no sois espías, sino hombres de verdad: así os daré a vuestro hermano, y negociaréis en la tierra. Y aconteció que vaciando ellos sus sacos, he aquí que en el saco de cada uno estaba el atado de su dinero: y viendo ellos y su padre los atados de su dinero, tuvieron temor.”
Es impresionante, aquí estamos ante una historia tremenda. Seguro que después de aquel momento, los hermanos de José no pudieron dormir. Hasta en un momento se acuerdan de Dios y lo responsabilizan por aquello que venía de ocurrirles. Y el temor que les inunda luego al encontrar el dinero dentro de aquellas bolsas. Estaban desbordados por todo lo que venía de pasarles. Versículo 36: “Entonces su padre Jacob les dijo: me habéis privado de mis hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis: contra mí son todas estas cosas”. Y es interesante lo que dice Jacob aquí, porque él también piensa que es su cosecha conforme a lo que había sembrado en el pasado. Recordemos que él tampoco era alguien inocente, porque también había actuado de forma indebida. Porque cuando vivimos sin pensar en las consecuencias de nuestros actos, obrando de manera incorrecta, en algún momento todo vuelve sobre nosotros. Y es terrible. Las consecuencias de nuestros pecados vienen sobre nosotros. Gracias a Dios que fuimos perdonados por el Señor de nuestra vida pasada y del mal que hicimos antes de recibir a Jesús en nuestros corazones. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).  El Señor nos ha perdonado y nos ha restaurado. Pero en el antiguo pacto había que pagar con sangre por el mal que se había cometido.
Pero volvamos a Jacob: “Y Rubén habló a su padre, diciendo: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo volviere; entrégalo en mi mano, que yo lo volveré a ti. Y él dijo: No descenderá mi hijo con vosotros; que su hermano es muerto, y él solo ha quedado: y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor a la sepultura”.
Algunas veces los padres son duros de convencer. Yo tengo mi mamá de 92 años y comprendo que es difícil. Hace algunos días fuimos a una tienda de almohadas y ella probó todas las almohadas que había. Las más caras costaban 75 euros cada una. Y después de haber probado todas y de haber dicho que ninguna le gustaba, ella volvió y compró unas por 15 euros. Y el encargado que la había atendido le dijo: “pero si usted me había dicho que ninguna le gustaba”. Y terminó llevándose las almohadas por 15 euros. Al otro día me llamó y me dijo que había dormido perfectamente con sus nuevas almohadas. Cuando llegamos a cierta edad, nos volvemos difíciles de convencer. Ni el encargado del local que fue muy amable con ella pudo persuadirla. Y a esa edad todo el mundo nos obedece, sin reproches. Y es algo parecido a lo que ocurre con Jacob. Y aquí vemos que el dolor de Jacob por la pérdida de José estaba aún presente, y también estaba presente el temor, ante la pérdida de otro de sus hijos. 

Capítulo 43: “y aconteció que cuando acabaron de comer el trigo que trajeron de Egipto, les dijo su padre: Volved, y comprad para nosotros un poco de alimento. Respondió Judá, diciendo: Aquel varón nos protestó con ánimo resuelto, diciendo: No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros. Si enviares a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y te compraremos alimento. Pero si no le enviares, no descenderemos; porque aquel varón nos dijo: No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros. Dijo entonces Israel: ¿Por qué me hicisteis tanto mal, declarando al varón que teníais otro hermano? Y ellos respondieron: Aquel varón nos preguntó expresamente por nosotros, y por nuestra familia, diciendo: ¿Vive aún vuestro padre? ¿Tenéis otro hermano? Y le declaramos conforme a estas palabras. ¿Acaso podíamos saber que él nos diría: Haced venir a vuestro hermano? Entonces Judá dijo a Israel su padre: Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú, y nuestros niños”.

Había pasado ya algún tiempo de aquel encuentro con José y su hermano Simeón había quedado en la prisión. Quizá él habrá pensado que sus hermanos se habían olvidado de él. Pero había que convencer al ya envejecido Jacob, y en ese momento se estaban quedando sin alimentos. Pero aún en esta situación vemos que el Señor sigue coordinando el plan.

Versículo 9: “Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuenta. Si yo no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre; pues si no nos hubiéramos detenido, ciertamente hubiéramos ya vuelto dos veces. Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras. Y tomad en vuestras manos doble cantidad de dinero, y llevad en vuestra mano el dinero vuelto en las bocas de vuestros costales; quizá fue equivocación. Tomad también a vuestro hermano, y levantaos, y volved a aquel varón. Y el Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo”.
Y aquí vemos a Jacob acordarse de Dios. Y él había sido escogido para engendrar las doce tribus de Israel. Podríamos decir que la vida de Jacob no eran tan espiritual, pero el Señor obra con Su gracia en él y en ese momento pone su confianza en Dios.
“Entonces tomaron aquellos varones el presente, y tomaron en su mano doble cantidad de dinero, y a Benjamín; y se levantaron y descendieron a Egipto, y se presentaron delante de José. Y vio José a Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa: Lleva a casa a esos hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía. E hizo el hombre como José dijo, y llevó a los hombres a casa de José. Entonces aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron llevados a casa de José, y decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos”. 

Y aquí vemos la tensión de aquel momento y las preguntas que ellos comienzan a hacerse ante esta situación tan extraña.

Versículo 19: “Y se acercaron al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa. Y dijeron: Ay, señor nuestro, nosotros en realidad de verdad descendimos al principio a comprar alimentos. Y aconteció que cuando llegamos al mesón y abrimos nuestros costales, he aquí el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y lo hemos vuelto a traer con nosotros. Hemos también traído en nuestras manos otro dinero para comprar alimentos; nosotros no sabemos quién haya puesto nuestro dinero en nuestros costales. El les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos”.
Y ahí vemos al mayordomo hablando como un creyente. Él reconoce que había sido el Dios de ellos quien le había provisto de aquel dinero. Y seguramente que en ese momento, los hermanos de José no entendieron más nada. Pero era su hermano, quien quiso bendecirlos. Porque él tenía un buen corazón. Y los recibe con todas las honras. 
Versículo 24: “Y llevó aquel varón a los hombres a casa de José; y les dio agua, y lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos. Y ellos prepararon el presente entretanto que venía José a mediodía, porque habían oído que allí habrían de comer pan. Y vino José a casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de la casa, y se inclinaron ante él hasta la tierra. Entonces les preguntó José cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿Vive todavía? Y ellos respondieron: Bien va a tu siervo nuestro padre; aún vive. Y se inclinaron, e hicieron reverencia. Y alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí. Y lavó su rostro y salió, y se contuvo, y dijo: Poned pan. Y pusieron para él aparte, y separadamente para ellos, y aparte para los egipcios que con él comían; porque los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los egipcios. Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro. Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y se alegraron con él.” Era una costumbre hebrea de dar dos veces más a aquel a quien queríamos bendecir, y en la cultura egipcia se servía cinco veces más a esa persona.
Y aquí vemos un momento de celebración. Los hermanos de José no entendían más nada. Tuvieron una recepción extraordinaria.

¡Qué palabra, mis hermanos! Esto nos enseña que podemos pasar por momentos difíciles, pero que tenemos que mantener nuestra mirada en Dios. No debemos desanimarnos y abandonar. Tenemos que esperar en Él.

En el próximo video, desarrollaremos el capítulo 44 y aquel gran momento en que reconocerán a José y comprenderán lo que Dios había planeado. Como también nosotros necesitamos entender el plan de Dios con nuestras vidas.

Que podamos aprender de la palabra del Señor. Esta enseñanza tan rica que seguiremos desarrollando. Pero ahora nos ponemos de pie para darle gracias al Señor. Aleluya. Gracias Señor por tu palabra, gracias por esta enseñanza de estos hombres que tu elegiste con defectos como los nuestros, pero a quienes llamaste y a quienes quieres transformar y renovar su corazón para que sea conforme al tuyo; así como también nos llamaste a cada uno de nosotros y como también nos quieres transformar para darte la honra y para que vivamos para ti. Ayúdanos a confiar en ti y a marchar como Abraham por la fe. Que nuestras vidas puedan alinearse a tu voluntad. Gracias Señor por tu amor con nosotros y por el privilegio de conocerte. Porque estábamos en tinieblas y te revelaste a nosotros, llevándonos por un camino de luz y no de oscuridad. Bendice a mis hermanos y hermanas. Fortalécelos en tu palabra, anímalos a seguir. En el nombre de Jesús. Amén.

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